Réquiem por las salas de cine habaneras



«En la capital, por ejemplo, “de 42 cines que existen, hay 13 abiertos y 29 cerrados. Ocho de los que están abiertos tienen problemas constructivos, y los cerrados serán traspasados a instituciones culturales porque ya no los vamos a usar como salas de cine”, explicó a Granma Danae Moros, al frente de la Dirección Provincial de Cine en La Habana».
Tan horripilante información está incluida en un reportaje del diario Granma, en su edición del viernes 12 de junio, que ofrece un panorama desolador para quienes vivimos la experiencia de ver un buen filme en una gran sala oscura y quisiéramos que nuestros descendientes tuvieran la misma oportunidad.
La principal causa de esta situación, como siempre, son los problemas económicos del país, los cuales existen realmente y limitan mucho el desarrollo espiritual de la nación, pero sospecho que hay otras razones profundas de tal desatino, situadas en el campo de las ideas y de las decisiones humanas. De hecho, en el propio reportaje se hace referencia al proceso de revitalización de las salas de cine en Camagüey y no se comprende entonces por qué dicha experiencia no pudiera ser la norma a nivel nacional, en lugar de la excepción.
Pienso que, lamentablemente, lo que está sucediendo con las salas de cine tiene manifestaciones similares en otros ámbitos de nuestra sociedad, a partir de una sucesión de decisiones, anunciadas o no, que no se discuten previamente en espacios de debate populares. Así, debido a los problemas económicos, un día nos enteraremos de que Comunales dejará de recoger la basura con la periodicidad necesaria, como de hecho ya está ocurriendo en gran parte de los barrios de la capital, exceptuando aquellos que al parecer son considerados estratégicos para la imagen del país o que son privilegiados por alguna otra razón. Igualmente, seguirán desapareciendo las reliquias de instalaciones deportivas que todavía existen para la práctica masiva y relativamente barata del deporte, y los recursos asignados a este sector solo serán utilizados para el llamado deporte de alto rendimiento, elitista y carísimo, pero que permite obtener medallas en las Olimpiadas o en los Panamericanos en favor de una dudosa vanidad nacionalista. Más adelante, siguiendo está lógica, nos notificarán que dejará de existir el transporte público, ya tan maltrecho, y un día funesto se anunciará que los servicios de salud y educación universales, gratuitos y de calidad no son sostenibles, debido a los problemas económicos.
Ojalá que nada de esto ocurra y que se trate solamente de malos pensamientos de mi parte. Pero a partir de lo que estoy viendo, escuchando y leyendo, no puedo evitarlos.

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