Las colas infernales

La jornada laboral del pasado martes la tuve que dedicar íntegramente a una cola infernal para comprar un paquete de perritos de 340 g, dos paquetes de picadillo de 400 g y 6 bolsitas de detergente de 150 g. Ese día no "alcancé" ni pollo ni aceite, por eso ahora estoy aquí castigado, dedicando la mañana del domingo a intentar "recuperarlos".

Por enésima vez, me pregunto si realmente no resulta posible distribuir estos productos a través de las bodegas establecidas en los barrios desde hace más de 60 años y hasta el sol de hoy, que precisamente fueron creadas para lidiar con situaciones de escasez generalizada, en lugar de mantener este odioso mecanismo paralelo que, además de machucar a los trabajadores y jubilados impiadosamente, conlleva significativos gastos adicionales de todo tipo de recursos que seguramente podrían emplearse mucho mejor para otros fines, y solo crea oportunidades para corruptos y ladrones.

Antes de que alguien se apresure a decirme que en su barrio este mecanismo de distribución funciona a la perfección, solo puedo responderle que me alegro mucho de que así sea, pero solo puedo dar fe de lo que vivo, y en Aldabó (municipio Boyeros) es un desastre total. Otros me podrán decir que los habaneros podemos darnos por dichosos, pues en las provincias la situación con los productos normados es mucho peor y ni siquiera se distribuyen estos productos "adicionales". Al respecto, me parece que se trata de una situación muy lamentable y profundamente injusta (similar a la desigual distribución de los apagones), que el gobierno cubano debería rectificar aunque solo fuera por su propio bien.

Con total sentido de responsabilidad, no puedo evitar inferir que los principales dirigentes cubanos y sus familiares directos no tienen que vivir estas colas. Si así fuera, creo que hace rato se hubiera desmantelado este mecanismo paralelo de las cadenas CIMEX y TRD. 

Dado que estuve varias horas sin nada más provechoso que hacer, escribí este comentario "in situ", al pie de una cola dominical que me consumió toda la mañana y se extendió hasta la 1:00 PM. Al final, tampoco esta vez alcancé el pollo y solo pude regresar a mi casa con un litro de aceite, después de pasar por la bodega y hacer media hora más de cola para comprar los dos panes de cada día que nos corresponden a mi esposa y a mí por la libreta. Nótese aquí que, si me hubiera demorado un poco más en la cola del aceite y el inaccesible pollo, no hubiera podido comprar los panes, gracias a este diabólico mecanismo paralelo de distribución que tiene a los maltrechos consumidores cubanos saltando de una tienda a otra por unos pocos (aunque imprescindibles) productos que llegan a uno u otro punto de manera cada vez más reducida e irregular. Curiosamente, aunque la mayor parte del mes no hay nada que comprar ni en la bodega ni en la TRD, cuando aparecen algunos de estos productos suelen hacerlo de manera simultánea. Momento entonces para una vez más intentar desarrollar el don de la ubicuidad o enfrentar de manera realista el dilema de qué cola priorizar.

Luego de publicar este texto, lo enviaré íntegramente a los correos oficiales del presidente MDC y de todas las autoridades cubanas que, por debajo de él, se me ocurra que puedan tener alguna responsabilidad en el tema.

A más colas, más tiempo para escribir y publicar con el celular.

Feliz domingo para todos.

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