El turismo internacional y el bienestar (o el malestar) de la población local

El turismo en República Dominicana vive el mejor momento de su historia, con un cifra récord de visitantes extranjeros recibidos el pasado mes de enero. (República Dominicana cerró enero con cifra récord de turistas, el mejor de la historia).

Por otro lado, la DW reportaba hace algunas días que el país caribeño atraviesa una situación económica y social deplorable, que conduce a que “no solo los pobres quieren emigrar”.

El ilustrativo y aparentemente paradójico caso de República Dominicana no ha hecho más que alimentar mis dudas de larga data sobre el efecto neto que tiene la actividad turística internacional sobre la población local de los países receptores, particularmente en aquellos donde la participación del turismo en el PIB es relativamente elevada, como suele suceder en las naciones caribeñas.

Sin ser economista, a partir de lo que he leído y estudiado sobre el tema, creo que es posible identificar al menos cinco efectos nocivos principales del turismo con respecto a la situación de la población local, en países con el rasgo anteriormente señalado:

·         Incremento de los precios, de manera general, y en especial en el caso de los alimentos.

·         Desviación hacia el turismo (que en general es una actividad de servicios que produce poco valor agregado) de fuerza de trabajo capacitada y talentosa que, en otras circunstancias, pudiera dedicarse a actividades económicas que producen un mayor valor agregado.

·         Incremento del consumo de agua y de recursos energéticos, en detrimento de su disponibilidad para la población local.

·         Diversos impactos negativos sobre el medio ambiente (por mucho que desde el sector turístico nos quieran convencer de lo contrario).

·         Representa una carga o demanda adicional sobre productos y servicios públicos gratuitos o subsidiados por el Estado.

En el caso específico de Cuba, me pregunto si históricamente los ingresos provenientes del turismo han compensado los costos asociados a los efectos nocivos anteriormente apuntados, y si no sería necesario repensar la prioridad otorgada a ese sector en el modelo económico cubano. Incluso si conviniéramos que el turismo en Cuba ha reportado un beneficio neto significativo, cabría preguntarse, pensando en términos de los costos de oportunidad, si el nivel de prioridad otorgado a su desarrollo ha representado una estrategia realmente ventajosa o más favorable en comparación con los resultados económicos y sociales que podría haber alcanzado nuestro país mediante el desarrollo de estrategias alternativas orientadas hacia el incentivo de otros sectores, como el agropecuario, el industrial y los productos del conocimiento con alto valor agregado.

En cualquier caso, me parece que se trata de un tema sobre el que se discute relativamente poco y que ameritaría investigaciones profundas.

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