Mi barrio y un agradecimiento

Mi barrio y un agradecimiento

El barrio de edificios multifamiliares (edificios de microbrigadas) de Aldabó (La Habana, Cuba) es una zona bastante desfavorecida en varios aspectos de la infraestructura urbanística: malas condiciones de los viales, deficiente alumbrado público, problemas recurrentes con la recogida de basura, falta de señalización en sus calles, frecuentes interrupciones del servicio eléctrico por averías (anteriores a la presente crisis de generación eléctrica), servicios comerciales y bancarios muy limitados (ningún cajero automático en funcionamiento), baja densidad de la telefonía fija (para qué hablar del Nauta Hogar), ausencia de centros recreativos para niños y jóvenes, entre otros. A pesar de estar muy cerca del centro policial de 100 y Aldabó, en sus calles es notable la total ausencia de agentes del orden, lo cual puede ser un aspecto negativo o positivo, según la situación y el punto de vista de cada cual.

Al mismo tiempo, mi barrio tiene algunas ventajas nada despreciables, como la cercanía a importantes centros hospitalarios (Hospital William Soler, Hospital Nacional y el Centro cardiovascular, así como el Galy García para si un día uno termina por volverse loco), abundantes consultorios médicos que algunas cosas resuelven y que han sido muy importantes para realizar la vacunación durante la pandemia, un suministro de agua envidiable para la gran mayoría de la población mundial, dos escuelas primarias y un círculo infantil, abundancia de árboles, entre otras. A pesar de que con frecuencia no queda más remedio que sufrir la música invasiva de nuestros vecinos, desde el inicio de la pandemia se puede apreciar una ostensible disminución del reguetón más escandaloso e indecente, en favor de la música romántica de los años sesenta, setenta y ochenta (incluyendo algún vecino que es capaz de interpretarla a cappella desde su balcón y para todo el barrio). Esta notable modificación en las preferencias musicales, especulo, podría tener que ver con la creciente emigración juvenil. En cualquier caso, más allá del exceso de decibeles, impera la paz ciudadana y la solidaridad más estrecha entre los vecinos, lo cual explica la ausencia de efectivos policiales anteriormente apuntada.

Tras el paso del huracán Ian, pienso que en Aldabó hemos sido relativamente afortunados. Estuvimos sin servicio eléctrico aproximadamente 52 horas y recién hoy domingo a las 9 AM ha vuelto el agua al barrio. Aunque no me gusta recurrir a “consuelos de tontos”, esto no es nada comparado con las tres vidas cubanas que hemos perdido y las desgracias que están sufriendo nuestros compatriotas en Pinar del Río, así como -si nos fijamos allende nuestras fronteras- gran parte del hermano pueblo de Puerto Rico (de un pájaro las dos alas) tras el paso del más débil huracán Fiona, y muchos otros en Florida, con sus más de 60 fallecidos. Por eso, a todos aquellos trabajadores eléctricos, hidráulicos o de cualquier otro sector que han contribuido a evitarnos males mayores, llegue mi más profundo agradecimiento.

Roberto M. Yepe

Aldabó, 2 de octubre de 2022

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